La filosofía modela la realidad a
partir de la información que recibe de ella misma. Esta incurre en los grandes
problemas, en general, de la realidad de las cosas, y en las propiedades de
ellas, en particular. Cuando hablamos de las propiedades de las cosas, entre
ellas, surgen problemas de fondo que esta actividad de examinación ensaya una
propuesta de resolución. La filosofía, pues, resuelve los problemas de fondo
que, a medida que ella avanza, identifica: no obstante, no es notoria esa
travesía. ¿Cuáles son esas propiedades que terminan en colocar a la filosofía
en un conjunto problemático de ideas? Son las propiedades de la realidad, a las
que describimos según categorías como “física” “metafísica”, “material”
“inmaterial”, Vale decir que las categorías no son exactamente sinónimos a las
propiedades, pero son las maneras de denominar a estas para la formulación
filosófica de la realidad.
Entre estas propiedades, surgen
los encuentros entre la filosofía y la ciencia. La ciencia tiene como objeto de
estudio la naturaleza, el ámbito que nos arremete y en la cual estamos
inmersos, en donde tan distanciado como también al ser pertenecientes de ella. En
Grecia antigua, hubo una tendencia a, tal como sugiere Heidegger, considerar
que las ciencias técnicas que iban surgiendo por el pensamiento de su tertulia
intelectual tenían un alcance filosófico en su completitud. Este autor señala
que no hay manera de establecer una jerarquía de la filosofía sobre la ciencia:
la filosofía trascendental kantiana pudo calificar a esta como la ciencia que
es madre de ciencias, pero en su origen, para Heidegger, la ciencia germinó
desde un pensar particular que era el filosofar. El filosofar, en contraste a
cómo se creyó, no era ciencia, pero similarmente a ella, tenía pretensión de
aprehender lo verdadero del mundo. En su origen, las ciencias fueron
filosofías, y es así que es legítimo catalogar algunos puntos de concordancia
entre la discusión científica y la filosófica.
Según parece, 1) la filosofía se
ha encargado de conceptualizar las proyecciones estadísticas o matemáticas que
ha descubierto la ciencia acerca de lo real. Al tratar de la filosofía que
infunde el trabajo científico, pues, no basta con introducirnos solamente al
contenido del conjunto de descubrimientos hechos por esta práctica; es
necesario, al mismo tiempo, reconocer que la ciencia se ha caracterizado por comprender y, en ese sentido, producir
descubrimientos novedosos acerca de las unidades más simples como unidades más
complejos de nuestra máquina llamada
universo, como también los derivados propios
de la técnica, como por ejemplo, inventos como la brújula, el reloj, entre
otros. Esto a diferencia de la filosofía, cuya calidad de avances versa de otra
manera: no se le puede exigir a ella descubrimientos novedosos, sino más bien
la respuesta nueva a preguntas antiguas, que al ser pronunciadas y examinadas
de nuevo, su peso histórico desaparece parcialmente para ser reconocida otra
vez como una pregunta nueva y, por
tanto, de relevancia. Ambas son disciplinas que, en cuanto disciplinas, son
discursos históricamente condicionados a buscar la verdad. Sus métodos varían,
y también el lugar de énfasis: la filosofía le da mayor importancia a la
pregunta al realizar sus investigaciones.
No obstante, es una concepción de
ciencia combinada de los avances tecnológicos la que conlleva a pensar que las
ciencias han propuesto una relevancia en el descubrimiento, con el ánimo de
escatimar la deliberación interrogativa. Esto claramente es incierto. 2) La
ciencia no ha llegado apropiarse de las interrogantes (la filosofía tampoco, no
se me malentienda) cruciales en torno a un proyecto acerca de toda la realidad,
pero en torno a estas, se destaca en su historia un interés por responder al ¿Por qué X? cuando cursaba la era
imperante de la Grecia intelectual. Platón y Aristóteles nos resaltan esa idea
de ciencia como episteme: los
científicos tenían que ser contempladores de los procesos naturales, y esperar
con pasividad qué fenómenos iban a manifestarse en la perfección celestial, qué
movimientos iban a ocurrir a vistas de ellos. Y asimismo, la ciencia de la
modernidad, propalada por Galileo y Newton, apuntaba a brindar respuesta al ¿Cómo X? de la naturaleza física. Es así
que podemos identificar una diferencia importante en torno al acercamiento
científico: ya no se trataba de mirar pasivamente la dinámica del mundo, sino
que el hombre, así como el filósofo, tenía que distanciarse de él para poder
clasificarlo según las medidas más veraces. Esto significa que el científico, a
partir de ahí, no podía pensar en el carácter subjetivo de participar en una
relación con la naturaleza: toda verdad científica tenía que formularse como un
juicio objetivo, es decir, independiente de toda subjetividad.
A propósito de ello, hay que
considerar que la filosofía ha identificado que la ciencia se ciñe a un diálogo
experimental entre la teoría y la realidad. Por sentido común, esto es
empirismo: darle un plano experimental a una teoría para justificar su
veracidad como hecho de la realidad, y su ulterior aceptación por la comunidad.
Los acercamientos de la física clásica intentaron casi siempre ser globales;
sin embargo, la metáfora formulada por Wittgenstein discrepa con esta
pretensión de la modernidad: él cree que la ciencia es como una red de pescaque
recoge con ella muchos pescados, pero nunca el todo que viene a ser representada por el mar. En otras palabras,
3)ningún juicio científico atrapa toda la realidad, aunque da modelos de ella
con la finalidad de asignarnos un mayor soporte cognitiva cuando nos interrogamos
acerca de aquella.
En este marco, se ha verificado
algunas aproximaciones en que la filosofía evalúa el desenvolvimiento
científico. Mediante la actividad filosófica, se hace más fructífera la
aportación científica al rol del bienestar social y el principio de humanidad,
porque no solo hay un matiz epistemológico de cómo se intenta conocer la
realidad, sino que esa misma problemática es, a la vez, de vertientes ética o
estética, porque la naturaleza se sirve de los modos de respuesta de la ciencia
como de otras disciplinas. La ciencia contemporánea parte, en efecto, de la
enseñanza de Einstein, al agregar este que toda respuesta que la
naturaleza puede dar son diversos No o
algunos Quizá, así que el científico debe ser paciente y perspicaz para tolerar
toda marca de lo real llevada a cabo por otra actividad, y a la vez, ensayar
una versión de respuesta al problema de lo real sin atenerse a la idea que su
respuesta y la realidad se encuentran en una asociación objetiva por siempre.