miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cohesión entre vínculo del apego con facultad moral humana: aproximación desde el pensamiento de Marc Hauser


El vínculo del apego en la evolución de la facultad moral en el ser humano sería el hecho de que desde la ontogénesis, se reconocen pruebas conclusivas sobre un diseño mental en el niño como mente dependiente de un mundo intersubjetivo. Dicho de otro modo, en este mundo intersubjetivo, el niño conciliaría las capacidades que el sistema de apego le atribuye (desde los primeros esbozos de la presencia de la responsabilidad y la empatía en el infante) que conllevan a que se identifiquen – y distingan – lo perjudicial y lo beneficioso para uno y el otro. Para este ensayo, me apoyaré en la concepción de Marc Hauser sobre cómo se concibe – o debería concebir – el comportamiento moral en los humanos, considerando él un órgano moral en cada niño para explicar su desenvolvimiento desde sus orígenes. Por eso, se asemeja a quienes proponen que el proyecto evolutivo darwiniano se enraiza con la ética y llega a establecer consideraciones sobre una vida correctamente apreciable. De manera que, primero, desarrollaré la idea de Hauser desde los modelos de criaturas morales que propone: kantiana, humeana y, sobre todo, la rawlsiana. Para ello, además, expondré la analogía que Hauser utiliza con la teoría innatista de Chomsky para revalidar la suya propia. (Quintanilla, 2011: 15) Dentro de ello, relacionaré los principios de la teoría de Bolwby sobre el apego con la, dice Hauser, gramática moral universal en el infante.
Con cooperación, el hombre ha intentado hacer un mundo lleno de características intersubjetivas y por tanto, normas valiosas para la moralidad humana. ¿Qué es hacer el bien y el mal? La respuesta más conocida es que hacer el bien no es nada más que actuar conforme a la ausencia del mal o perjuicio hacia el otro y/o hacia uno mismo. Si consideramos esta respuesta propia de un ser conciente, habríamos que agregar que otras especies tienen conciencia de la dicotomía bien-mal. Como por ejemplo, los animales reunidos en rebaños o bandadas se protegen de los cazadores a partir de un servicio mutuo; esto es, advertirse entre ellos el peligro que se aproxima y amenaza, ya sea a alguno, ya sea todos. (Darwin, 2003: 124) Sin embargo, el sentido moral del humano acuñe una reflexión, no siempre integral, sobre cuáles son los juicios objetivos sobre lo bueno y lo malo. Y acá toco el tema de la integración dado que algunos pensamientos clásicos han omitido tratar, para el discernimiento de la bondad humana,  las emociones, al compartirlas con los animales, a los cuales tildaron solo de irracionales. Otros modelos, empero, han sabido cómo colorear el contenido de un juicio moral con las emociones.
En primer lugar, me refiero a la criatura kantiana de la cual Hauser hace un breve análisis. En efecto, esta, en apariencia, es la más alejada al objeto de estudio de la ontogénesis, el infante. Pero quizá no sea así, porque el niño simplemente no puede tener solo emociones: voluntaria o involuntariamente, hay situaciones que obligan a sentir una respuesta emocional y a ser razonadas. El sentimiento de arrepentimiento o el de culpa a partir de una transgresión social son el panorama de esta idea, pues a partir de ellos, se reconoce qué causa dolor interno, ante la infracción de la norma y, por tanto, el instantáneo malestar en la mente de uno por lo ocurrido. Algunos podrían considerar a estos como instintos que se estimulan por la experiencia, como Darwin, y mucho depende el grado de fuerza de cada cultura con cada uno de aquellos. (2003: 136) Lo que la criatura kantiana problematiza, no obstante, son las características de esas acciones que generan un despertar emocional en el sujeto: el cálculo de las consecuencias (ya no querer sentir tal sentimiento de culpa, por ejemplo) no impide el impulso para seguir realizándolas. Si consideramos a esas situaciones como moralmente malas, son por dos cosas: porque empujan a que nuestro fuero interno sufra, y porque está en la norma. Esta última razón es clave para el kantiano, puesto que va a impedir hacer, de ahí en adelante, un cálculo utilitarista, sino deontológico, para considerar lo normativo como incondicional, sea cual sea el marco de referencia. (Hauser, 2008: 41)
Para Hauser, la psicología cognitiva se encarga de asumir a este sujeto kantiano dentro del desarrollo infantil. Para continuar con ello, recordemos que el niño, desde la perspectiva de la teoría del apego, no solo desarrollo un vínculo filial intenso con la figura de apego (habitualmente la madre) sino también procesos cognitivos que encaminan a que su cerebro cuantifique sus conexiones sinápticas, lo que influye cuando se procede a evaluar la historia de apego en una persona: la capacidad de tener una conducta abierta, memoria autobiográfica y flexibilidad narrativa. Estas, además que conllevan a clasificar qué tipo de apego ha recibido, demuestran los efectos de este sistema en las acciones intelectivas futuras de esa persona. (Siegel, 1999: 117) En ese sentido, psicólogos como Piaget o Kohlsberg señalaron que la voz de la autoridad es claramente la manera de acceso a saber qué es lo bueno y lo malo en niños, y por ende, la importancia de lo que comunican sus padres a sus hijos para el desarrollo moral de los últimos. (Hauser, 2008: 42) El problema radica cuando coinciden experiencia y las etiquetas de “bueno” y “malo”, ya que nada perceptible nos ayuda a definir términos abstractos, nada perceptibles. De esa manera, no se puede ni llegar a pensar en normas universales que, según Kohlsberg, sería la última fase que los niños capten e internalicen. (2008: 45)
El segundo paso que da Hauser es describir a la criatura que sigue la vía de la pasión, la humeana. David Hume, en efecto, sería primordial para el estudio de Darwin sobre el sentido moral en las especies más evolucionadas, al tomar este en cuenta a la simpatía como motor de la moral (Quintanilla, 2011: 17) La teoría humeana se basa sobre la lógica de la interacción a tres bandas: el agente influye en el receptor e, indirectamente, impulsan ambos a identificar lo apreciable y despreciable al espectador. El espectador simpatiza con la acción del agente cuando tiene una buena sensación, y así emite un juicio de aprobación moral. Desde ahí, muchos suponen que el desarrollo moral se expresa mediante una combinación de motivos egoístas y altruistas en el niño junto a sus capacidades imitativas, puesto que, desde un inicio, se fomenta la simpatía hacia figuras (de apego, como la parental) o sucesos que “desencadenan directamente nuestras emociones, impulsándonos al acercamiento o alejamiento, a tener sentimientos de culpa o vergüenza, odio o tristeza.” (Hauser, 2008: 52) No se puede considerar que el infante asigne mecánicamente acciones, indecorosas según la opinión de Hume: “Cuando afirmas que una acción o un carácter son viciosos, no quieres decir sino que, por la constitución de tu naturaleza, tienes una sensación o un sentimiento de rechazo al contemplarlo”. (2008: 53) Precisamente la crítica recurre a este punto en la criatura humeana: al juicio moral basado solo en el plano emocional le hace falta una justificación que quizá el infante o la persona no pueda realizar. Así, desde el punto de vista de un kantiano, no se lograría la imparcialidad, ya que la posición a la que las emociones llega es de goce y dolor, con lo cual se presta a la confusión y no canalizan la ética hacia una universalidad sobre lo prohibido y permitido..
Es por eso que Hauser considera como la teoría de Rawls sobre el comportamiento moral el más depurado entre los tres. A partir de una analogía con el pensamiento de Chomsky,  describe los juicios morales determinados por reglas operativas o inconscientes, tal como la facultad lingüística es en la mente humana. La criatura rawlsiana, entonces, lo que hace es emitir juicios sobre la base de acciones que estimulen respuestas inmediatas, que precisamente serían los juicios de eticidad que conllevan al individuo a que, inconscientemente, convierta sus acciones en lícitas u obligatorias para la moralidad de su cultura. Estos juicios instancian la existencia de una gramática moral universal (en tanto natural en el humano) que, de acuerdo a la cultura donde yazca el infante, se especifican los parámetros del conjunto. (2008: 72) De alguna manera, las criaturas rawlsianas articulan la contemplación de las causas de la acción (sin llegar a considerar todas ellas puramente prescriptivas, sino estándares) con las consecuencias de ella para reaccionar ante una acción. Al percibir esta, pone en marcha el análisis que produce el juicio moral, donde los malestares o beneficios emocionales le sucederían, no se antepondrían, como en los dos modelos anteriores.
Así, la facultad moral consiste en el conjunto de principios que sirven de guía a nuestras sentencias morales, pero quizá en la práctica, estrictamente no determinen nuestra manera de actuar. La variación cultural en la criatura rawlsiana, es la principal razón de ello, pues da lugar a un sistema moral específico, que sin embargo, conserva los mismos principios llamados universales. Las experiencias tempranas, a través del apego, afectan directamente sobre el desarrollo cerebral, de lo que deriva “la delicada interacción entre la naturaleza y la educación”. (Siegel, 1999: 134) En ese contexto, el infante confiere expectativas a las situaciones, y se sirve de guía de los principios innatos para su razonamiento. Lo que intentará hacer es, pues,  predecir, inconscientemente, las acciones razonadas de alguien o algo a partir de que luego le generen una emoción positiva (como vemos, la emoción le sucede al juicio), mientras que las irracionales, una negativa, a saber, la aversión hacia tal. Esto se caracteriza más aún con la figura del apego, que en tanto responda a las expectativas del niño, va a promover la sintonización emocional con el niño, pero si en lugar de eso, lo daña, le infunde unas pautas para medir sus acciones en sus comportamientos con aquella. Dentro de los cinco principios de acción que Hauser propone, tres son, a mi parecer, convincentes. Uno habla sobre que si un objeto se mueve en una dirección determinada hacia otro o hacia un lugar, ese punto es la motivación o la meta del primero. Así, percibimos agentes con metas, los suponemos racionales (no a todos) aunque no las alcancen. (2008: 212-213) El cuarto y el quinto principio establecen la idea que la autopropulsión de un objeto se ve mediatizada por las imposiciones del otro y del entorno, lo cual significa dos cosas: que su influencia en lo distinto a él es expresión de su socio-dependencia (el cuarto) y que tiene la capacidad de perjudicar o beneficiarlo[s] (el quinto). (2008: 215-217) Se suscita la atención compartida en el infante, es decir, la posibilidad de compartir conocimiento como el cuidador lo hace con él. Es imprescindible, por todo ello, el colorido emocional en las interacciones, ya que permite la base estructural de cada acción (causas y consecuencias) que, cuando se encuentre en el período verbal, va a poder explicitarla el bebe.
En suma, tenemos que el plan de abordaje del sistema de apego inicia desde la vida intrauterina del infante, y reordena los estados mentales de la persona durante todo su ciclo vital, pero específicamente, la infancia. Sin embargo, este sistema no es puramente biológico, en tanto que la condición es el intercambio experiencial con el cuidador que lo expone a una base en toda su historia. En tal, entra en práctica la facultad moral que, según Hauser, tiene cada uno innatamente y que alcanzamos desde una edad precoz, pero que a partir de los acontecimientos que se nos presentan, se toleran ciertas conductas en uno mismo y otras se rechazan. Lo que devendrá después es la recombinación de acciones, sus causas y sus consecuencias para saber cómo darle una valoración moral a la revisión humana. La refutación a esta teoría comienza desde ahí, y Hauser lo reconoce: a diferencia de los progresos de la lingüística, en cuestiones morales, no hay consenso sobre cuándo un estado es cognoscitivamente maduro. (2008: 78)  Esto, empero, no detiene a que sigamos pensando en la fuerza de la autoconciencia en humanos.
Bibliografía consultada
Darwin, Charles
2003                 El Origen del hombre. Bogotá: Panamericana.
Hauser, Marc
2008              La Mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal. Barcelona: Paidós.
Quintanilla, Pablo
-2011                La Evolución de la mente y el comportamiento moral
-2011                Evolución, selección natural y atribución psicológica
Siegel, Daniel
1999            La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para moldear nuestro ser. Bilbao: Desclée de Brouwer.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Lo sido o hecho en verso

Te siento pensando
meditabunda y perspicazmente.
Los rasgueos, inyeccionan en mí,
tengo pereza de sentir, sólo siento
pensamientos tuyos.

Te siento pensada
acuño realidad a mi temor más empalagoso,
¿quíénes son aquellos, que derivan en mí
el sentimiento de arrepentimiento?
Ese que confiere verdad a lo que exprimo,
La expresión de la sensación de tu pensación.

Te siento sentida,,
¡Oh ! cálido corpus del caballero,
músico que, por fortuna, no cesa en consonar
podereoso consonante que atrae al universal,
articulado, así, a la practicidad del sexuar,
matriculado con el follaje de la bella cantora,
te siento y me paro a observar..

Me siento sensorio,
numerosos principios leo en el periódico,
se aproxima mi visita al nosocomio,
sobre una calidad de vida indiscutiblemente bella.
¿Qué es la mentira, sino la invitación a leer?
no tolero las emociones frágiles,
me siento sensacional.

Son pocos cuya inteligencia repite los versos
los veros versan superando la tontería de siempre:
quien lee, no recita.
me guardo tus afecciones, yo veo solo palabras y besos ajenos.