lunes, 30 de diciembre de 2013

La verdad no puramente objetiva es aun objetiva

El posmodernismo en filosofía se ha entrañado en un conjunto de distinciones acerca de la realidad y la forma de hacer filosofía, con lo cual se hace patente las confusiones que trae referirse a algo por la categoría de “posmoderno”. A esta noción corresponden varios significados, desde una manera de hacer cine en estos días, hasta los programas que representan la decadencia en asuntos de arte y que promociona la cadena televisiva MTV. Doyle, en un famoso artículo Por qué me aburre tanto el posmodernismo, alude a esta corriente filosófica como un conjunto de doctrinas cuyos puntos en común son los siguientes:
1. No existe la verdad absoluta, es decir, la verdad es una construcción relativa a cada lenguaje.
2. El lenguaje es la manera constructora del ser y la realidad.
3. La interpretación de los textos y el lenguaje adecuada radica ahora en asumir el criterio de cuál es más útil que cuál otra, o cuál tiene adscrito mayor poder sobre las demás, no si corresponde a la realidad extralingüística aquello que afirma.
4. Una ciega desconfianza hacia las “metanarrativas” o discursos que intentan representar la realidad (Doyle, 1996).
Es importante poner a discusión esa primera tesis de los posmodernos, pues en la filosofía griega existe una obra que nos asistiría en la refutación de aquella. Es en Teeteto que Platón discute, en forma de Sócrates, con la postura de Protágoras, acerca de si el hombre es la medida de todas las cosas. Ciertamente, esa afirmación es falsa, si es que se tiene pretensiones con ello de afirmar que el hombre decide qué es lo verdadero y qué lo falso. Pero es pertinente distinguir en saber la verdad y que la verdad exista, es decir, no depende de nuestra construcción más que el intento de descubrir por parte de la mente humana qué es lo verdadero y qué no. De hecho, el posmodernismo, según parece, opta por negar toda correspondencia entre lenguaje y realidad, en mor de una correspondencia entre lenguaje activo (utilizado por el filósofo hablante) y el lenguaje vigente (que ha marcado su función en la historia por otras voces); sin embargo, fundamentan el porqué no conocemos la verdad tal como son las cosas, pero no porqué no podría no existir esa misma. En otras palabras, deberían reformular su doctrina, pues no sostienen que la verdad acerca de las cosas tal como son no exista, sino que no hemos conocido, y probablemente algunos dirían, es imposible conocer ese tipo de verdad.
Así mismo, otro esbozo de refutación hacia la misma tesis iría más o menos así. El posmodernismo enuncia la superación del criterio de verdad como correspondencia, en medida que discute acerca de la naturaleza de esta noción. En ese punto, se topa con que son varios modos de descripción de la realidad los que justifican que la verdad no puede ser descrita de un modo absoluto y certero. Aunque ninguna descripción es privilegiada a priori para alzarse como la descripción general de la realidad, sí puede existir la que se aproxime más a las verdades acerca de lo real, es decir, aquella o aquellas que tengan un grado de precisión sobre las demás. Lo que se pone en discusión según el posmodernismo es sobre si la cantidad de errores que han incurrido grandes sistemas filosóficos y científicos conlleva a no creer más en la existencia de la verdad objetiva. Aunque esto es claramente objetable, dado que los progresos de las disciplinas humanas se han dado al ajustar los modelos de pensamiento más a la realidad conforme aparecían nuevas evidencias que se contrastaban con los modelos vigentes. Si al enunciado p se le llamó una vez Verdadero, y ahora es Falso, eso solamente significa que la realidad puede ser descrita desde diversas estructuras, en cuanto haya teorías cuyas predicciones en algunos asuntos sean exitosas al cumplirse, y teorías cuyas predicciones en los otros asuntos que también son exitosas. Esta postura es asumida por realistas científicos como David Chalmers (1976), quien sintetiza así un famoso debate en si se debe considerar a la naturaleza de las teorías científicas como una búsqueda por descubrir la verdad o como meros instrumentos para alcanzar el éxito y el mejor gobierno de vida.
A modo de resumen, concentrémonos en la tendencia posmoderna a refutar una época del pensamiento humano tan conocida como la Ilustración. En su interpretación de cómo se dieron las cosas durante la misma, cunden las tesis ya enumeradas, en el sentido que los pensadores coetáneos a esa época no conferían al lenguaje un protagonismo en sus ideas, sino a la idea que la mente humana constituía todo el conglomerado de sistemas filosóficos y científicos que hoy en día entendemos como lo real. De esa forma, las refutaciones de los posmodernos, presentadas en las tesis que describe Doyle, son a su vez contraargumentadas, dado que aun mantienen una mirada equivocada de la verdad objetiva, entendiéndola únicamente como verdad correspondiente a la realidad, y no a la realidad que hasta la época hemos construido lingüísticamente pero sobre todo artificialmente de esta manera. La verdad o falsedad son nociones que sobreviven precisamente porque garantizan cuáles son las implicancias acertadas que cada postulado acerca del mundo  tiene; es cierto, no es una verdad otrora llamada Absoluta, pero nos aproxima cada vez más hacia ella.

CHALMERS, Alan
2000      ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Tercera edición. Madrid: Siglo XXI.

DOYLE, James
1996      ¿Por qué me aburre tanto el postmodernismo? Areté. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. Vol.VIII, Nº-1, pp.119-135.

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